Nadie dijo que ser una estrella fuese fácil. Y si ya tiene que ser difícil andar por la vida levitando a dos palmos del suelo y rodeada de ceñudos guardaespaldas samoanos, imagínense hacerlo mientras la historia se empeña en hacerle a una la zancadilla a traición. Eso es precisamente lo que ocurre cuando una es hermana del difunto Michael Jackson y el deletreo de su nombre evoca un pezón descubierto, el ya célebre «niplegate», durante la SuperBowl. Así, con semejante equipaje se presentó anoche Janet Jackson en Barcelona con una idea a priori brillante: llevar de paseo al escenario solo canciones que hayan sido número uno. Una batería de hits encadenados llamada a reivindicar su condición de pionera del R&B fogoso y madrina de divas como Beyoncé y Rihanna.
Una idea decíamos que brillante pero que se trastabilló en cuanto Janet empezó a hacer historia saliendo a escena dispuesta a desempolvar «The Pleasure Principle» y quedó claro que la diva se ha quedado un tanto rezagada, superada por quienes se inspiraron en su soul con coraza y sus coreografías de infarto. No había más que echar un vistazo al Poble Espanyol. Y es que si en su primera visita a la ciudad en 1995 el Palau Sant Jordi se quedó a medio llenar, el Poble Espanyol volvió anoche a quedarse a medias.
Para colmo de males, todo el asunto se vio retrasado cerca de media hora después de que un amago de tormenta amenazase con mandarlo todo al traste. Sin embargo, la lluvia no fue más que un espejismo, así que ahí estaba Janet, con su retraso y su impecable y futurista traje blanco, mirando de frente a la historia, mientras la historia se hacía la loca. ¿Janet qué? ¿Cuántos números unos?¿Cuántos millones de copias dices que has vendido? Mmmm… ¿Seguro que no te confundes con otro Jackson, de nombre Michael?
Una vez más, demasiadas cosas en contra y, otra vez una lástima, ya que la autora de «Control» no solo fue quien con mayor tino siguió los pasos del Rey del Pop, sino que además tiene gasolina suficiente en el cuerpo como para provocar incendios con «What Have You Done For Me Lately», «Feedback», «Escapade» o la incontestable «Together Again» que cerró el concierto. Es cierto que viéndola rebuscar entre su discografía para rescatar baladones azucarados como «Nothing» o «Come Back To Me» uno acababa desconfiando aún más del concepto Número Uno, pero «Miss You Much» y «Control» fueron auténticas detonaciones de soul sintético y fogoso.
Otra cosa muy diferente fueron esos interludios, puro ego audiovisual, en los que Jackson hacía memoria para repasar fragmentos de su carrera cinematográfica y televisiva —menciones de honor para «Arnold» y «Poetical Justice»— o ese medley enlatado con el que despachó media docena de números uno de un plumazo. Nada que no pudiese arreglar un final a prueba de bombas: «If», «Scream» y «Rhythm Nation» del tirón, recuerdos del álbum de fotos familiar en el que aparecía junto a su hermano Michael -como en el videoclip de «Scream», reproducido por las pantallas para alborozo del personal— y un «Togheter Again» que echó el cerrojo a un concierto al que le faltó público y le sobró historia. Para lo bueno, sí, pero también para lo malo.
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