Dismorfia corporal: desmedida obsesión


Es común que en el salón de belleza uno se encuentre revistas de farándula o de sociales en las que, invariablemente, aparecen hombres y mujeres a los que se les ha pasado la mano con el bisturí y el botox.
Las transformaciones suelen ser shockeantes, sobre todo cuando el rostro ha perdido los rasgos y la expresión natural prácticamente ha desaparecido. Lo más curioso es que, a pesar de todo el dinero y la energía que han invertido, en sus ojos se adivina una profunda tristeza.
¿Qué es lo que lleva a una persona a intervenir su cuerpo y su rostro de esa manera? ¿Por qué personas como Donatella Versace o Michael Jackson, por ejemplo, después de la primera cirugía ya no pudieron parar? ¿Por qué este fenómeno se da incluso entre personas jóvenes y bellas?
Una de las causas de este fenómeno es el llamado Síndrome o Trastorno de Distrofia Corporal (TDC). De manera similar a lo que ocurre con la anorexia, quienes padecen TDC tienen una percepción equivocada de su imagen corporal. Cuando se miran al espejo, una o varias partes de su cuerpo les parecen feas e incluso deformes, convirtiéndose en una obsesión que incluso les impide realizar su vida normal. Es así que muchos buscan obsesivamente realizarse una intervención quirúrgica para corregir el supuesto problema. Sin embargo, como el TDC es un padecimiento mental, no importa cuántas veces se operen, no importa que el cirujano plástico sea un artista del bisturí, la persona siempre quedará insatisfecha puesto que el problema no es de origen físico sino psicológico.
¿Cómo reconocerlo?
Anteriormente se pensaba que el TDC se daba más en mujeres, sin embargo hoy se sabe que los hombres adultos la padecen en igual porcentaje. Y es que, según los expertos, este trastorno no depende sólo del sexo o la edad, sino de una serie de factores que van desde lo genético, lo ambiental y lo neurológico, hasta situaciones de abuso, abandono o rechazo a temprana edad.
De acuerdo con el Dr. Robert Hicks en un artículo publicado por la BBC, algunos de los síntomas más visibles son los siguientes:
- La persona se mira repetidamente en el espejo y busca que la tranquilicen y le aseguren el estado de su apariencia.
- Con frecuencia se toca o analiza su supuesto defecto, y continuamente puede pincharse la piel o jalarse el cabello o cejas.
- Quienes sufren TDC se sienten muy ansiosos cuando están rodeados de gente. También pueden buscar ayuda médica para solucionar su supuesto defecto.
- Estas personas suelen hacer dieta o ejercicio en exceso.
- Es difícil que una persona que sufre TDC pueda mantener un trabajo y en ocasiones evita socializar con otros. Y también le es muy difícil mantener una relación.
El caso de la rinoplastia
Hace un par de meses, el NYTimes difundió un estudio en el que investigadores de Bélgica se propusieron averiguar si existía alguna patoloíga detrás de la enorme demanda de rinoplastias que hoy imperan en el mercado de la cirugía plástica. Después de trabajar un año con más de 250 pacientes, los investigadores concluyeron que uno de cada tres pacientes no necesitaba una cirugía, sino una terapia psicológica o psiquiátirca, puesto que padecían dismorfia corporal. Según los investigadores, “a pesar de tener narices normales, dichos pacientes se percibían deformes”.
Finalmente, este tipo de estudios no sólo contribuyen a que los médicos puedan saber quiénes de entre sus pacientes, más que una cirugía, necesitan apoyo emocional; también son una llamada de atención para los padres de adolescentes y las familias de personas que viven obsesionadas con algún rasgo de su cuerpo, y que están dispuestos a asumir riesgos repetidos para “corregir” el supuesto defecto.

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