La histórica actuación de Michael Jackson en el descanso del partido de 1993 cambió la forma de entender este espectáculo.
Un día, uno de esos ejecutivos biempensantes de la industria del entretenimiento tuvo una idea, se le ocurrió que habría que aprovechar mejor el tirón de audiencia que tenía el evento de mayor seguimiento televisivo del año y propuso que el descanso de la Super Bowl se convirtiese en un evento con entidad propia e interés suficiente para que la gente no se apartara de la televisión
La Super Bowl siempre ha tenido, desde los años sesenta, actuaciones musicales durante el descanso del partido. Al principio eran actuaciones a cargo de bandas musicales universitarias. La primera gran actuación de la final fue en 1972 a cargo de Ella Fitzgerald y Carol Channing, en un homenaje al gran Louis Armstrong, fallecido un año antes. Algo parecido se hizo en honor a Duke Ellingston en 1975.
Durante los años ochenta, las actuaciones fueron meros entretenimientos para los asistentes al estadio. Ya en los noventa, la cosa cambió. En 1993, el descanso de la Super Bowl se convertiría en uno de los eventos más vistos de la historia de la televisión gracias a la actuación de Michael Jackson. El éxito de aquella breve actuación cambiaría para siempre la forma de ver esos minutos de descanso. Aquel día, la Super Bowl cambiaría para siempre.
Desde entonces esos minutos de descanso se han visto como una posibilidad, como un reto, y todas las grandes estrellas de la música han pujado por tener un hueco durante ese descanso. Tras el éxito de Jackson hubo unos años de tranquilidad, quizá de presión tras la dimensión del espectáculo de Michael, el resto de la década vería las actuaciones de The Blues Brothers, Diana Ross, un homenaje a Motown por sus 40 años y a Gloria Estefan
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