G. Escribano - Madrid
No hizo falta que muriera para convertirse en mito. Sus movimientos electrizantes, sus impresionantes puestas en escena, los ritmos pegadizos de sus canciones, la revolución del mundo del videoclip con la publicación de Thriller y los escándalos que le han perseguido a lo largo de su carrera hicieron de él, el Rey del Pop.
Su muerte cogió por sorpresa al público. El 25 de junio de 2009, y cuando estaba a punto de preparar un maratón de cincuenta conciertos, Michael Jackson sufrió una parada cardiorrespiratoria. Los homenajes a la estrella de los Jackson Five se sucedieron por todo el planeta y ahora, tres años después, sus seguidores comienzan a ser testigos de los primeros tributos al creador del moonwalker.
Desde el 22 de marzo hasta el 8 de abril los fans de la estrella podrán disfrutar de uno de los primeros musicales dedicados al Rey del Pop en el teatro nuevo Alcalá. Durante dos horas y media Frederick Henry, uno de los imitadores más reconocidos en EE UU, realiza un repaso por los principales éxitos del chico de los calcetines blancos y las chaquetas brillantes. Smooth Criminal, Bad, Thriller, Beat It o la inconfundible Billie Jean son solo algunas de las canciones que impedirán al público estarse quieto en sus asientos.
Moonwalker es el nombre del espectáculo que la compañía Promoconcert trae a nuestro país. Desde Las Vegas, Frederick Henry, elegido por la familia Jackson como la persona encargada de dar vida a la estrella en el Casino Stratosphere, llega a Madrid para interactuar con el público. Su carisma y capacidad para conectar con el público no dejarán indiferente a nadie y sirven para limar las pequeñas deficiencias.
Además de Michael Jackson, el artista estará acompañado por un elenco de bailarines y cantantes que dotarán al espectáculo de mayor solidez.
Moonwalker abre así el camino a lo que sin duda nos espera en los próximos años. Los musicales en honor al rey del pop se sucederán. Este es el primero, pero todavía queda un largo camino que recorrer para igualar las puestas en escenas con las que Michael deja boquiabiertos a sus incondicionales. El perfeccionismo del artista hacía que cada show fuera mágico.
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